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        Pronto llegarán frases y pensamientos.
        Este espacio está esperando ser llenado con dedicatorias especiales.
      
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        A las que maternan sin manual, sin descanso, sin pedir nada a cambio. A las que sostienen el mundo con una mano mientras con la otra curan, cocinan, abrazan o simplemente están. A las que aman sin títulos ni etiquetas, a las que eligen quedarse cuando todo pesa. A las tías que maternan desde el juego, a las abuelas que lo hacen desde la sabiduría, a las amigas que abrigan cuando todo se desarma, a las mujeres que acompañan sin ser llamadas "mamá", pero que igual dan amor como si lo fueran. Y, sobre todo, a la mía. A la que me enseñó a mirar con ternura incluso cuando la vida fue dura. A la que convirtió el cansancio en paciencia, el miedo en refugio, el silencio en abrazo. A la que, con su amor, me dio raíces y alas al mismo tiempo. Gracias por maternarme incluso cuando ya no hacía falta, por seguir cuidando mis pasos aunque ya camine sola. Por ser casa, faro y respiro. Esta es para vos, y para todas las que, de una forma u otra, hacen del amor su manera más pura de existir. — FG
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        A los que paternan con las manos, con la mirada, con la paciencia. A los que enseñan sin imponer, acompañan sin apurar, cuidan sin hacer ruido. A los que están, incluso cuando no saben cómo. A los que no temen mostrar ternura, a los que abrazan sin palabras, a los que entienden que amar también es escuchar, esperar, comprender. A los que paternan desde la presencia, desde el esfuerzo silencioso, desde el amor que no necesita explicarse. A los que fueron guía, refugio o ejemplo, y también a los que aprendieron a serlo en el camino, a su modo, con errores, pero con el corazón en el lugar correcto. Y, sobre todo, a mi papá. A quien me enseñó que la fortaleza no se mide por lo que se calla, sino por lo que se sostiene. A quien, con su forma simple y honesta, me mostró que estar es el gesto más grande del amor. Gracias por cada consejo, cada silencio compartido, por cada vez que me esperaste sin decir nada, por cada intento, aunque no siempre saliera perfecto. Esta es para vos, y para todos los que paternan desde el amor, porque la paternidad, al fin y al cabo, también es una forma de ternura. — FG
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        A quien estuvo ahí cuando nadie más lo estuvo. A quien sostuvo el cuerpo cansado, la mente agotada y el alma hecha pedazos. A quien se levantó mil veces, incluso cuando no tenía fuerzas ni fe. A vos, que aprendiste que la vida no siempre es justa, pero igual seguiste apostando a la esperanza. A vos, que sonreíste con los ojos llenos de lágrimas, que callaste dolores para no preocupar a nadie, que sanaste en silencio, sin aplausos ni testigos. Solo uno sabe cuántas batallas libró en silencio. Cuántas veces se disfrazó de calma para no preocupar a los demás. Cuántas noches se prometió no rendirse y, aun con miedo, cumplió. Esta dedicatoria es para cada parte de mí que alguna vez se sintió insuficiente. Para esa versión mía que creyó que no iba a poder, que dudó, que tropezó, que se rompió. Y también para la que decidió seguir, aun sin saber hacia dónde. Porque amarse también es reconocerse: mirarse con compasión, agradecerse, perdonarse. Es entender que no siempre hay que poder con todo, que descansar también es una forma de amor propio. Me abrazo con todas mis luces y mis sombras, con lo que fui, con lo que soy, con lo que aún me falta. Aprendo a agradecerme, a no exigirme tanto, a mirar mis cicatrices sin esconderlas. Esta es para mí, y para vos, si te reconocés en estas palabras. Porque todos merecemos un amor que empiece por casa, un amor que no dependa del perdón de nadie, un amor que se elige cada día: el propio. — FG
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        A lo que soñé y no sucedió. A lo que se quedó en el borde, en el intento, en el casi. A las historias que no nacieron, a los planes que se desarmaron antes de empezar, a todo eso que pudo haber sido, pero no fue. Hay ausencias que pesan más que las presencias, silencios que hacen más ruido que las palabras. Y, sin embargo, aprendí a mirar de frente a lo que no fue, a agradecerle, incluso, por lo que me enseñó. Fuiste posibilidad, impulso, ilusión. Una promesa sin cumplir, un principio sin desarrollo, una llama que no llegó a arder del todo, pero que igual dejó su calor en mí. A veces pienso que lo que no fue también nos forma: nos enseña los límites del deseo, nos muestra que no todo lo que imaginamos estaba destinado a existir. Y que está bien. Porque de cada historia inconclusa nace un nuevo comienzo, aunque duela admitirlo. Brindo por vos, por lo que representaste, por lo que me hiciste sentir, aunque fuera fugaz. Por la versión de mí que floreció al soñarte, y por la que aprendió a soltar cuando entendió que no ibas a llegar. Esta es para lo que nunca fue, pero igual dejó huella. Para los amores, los sueños, las oportunidades perdidas. Porque a veces lo que no se concreta también nos salva, aunque no sepamos verlo al principio. — FG